Amor y sexo (1964)

Por Dqvlapeli Blog - De qué va ... - 15/07/2018

Amor y sexo (Luis Alcoriza, 1964)

Ésta y El gángster (1965) son consideradas dos obras menores en la filmografía de Luis Alcoriza, planteadas al servicio de sus dos estrellas -Maía Félix y Arturo de Córdova, respectivamente- y emparedadas entre sus obras mayores: Tlayucan (1962), Tiburoneros (1963) y Tarahumara (1965). Sea. Echemos un vistazo entonces a esta obra menor.

Amor y sexo se construye en torno a María Félix. No en torno a la actriz María Félix, sino a su personalidad e, incluso, a su mito. Todo está aquí: la mujer enérgica de voluntad indoblegable, la que se burla de las convenciones, la devoradora de hombres, la belleza que deberá afrontar un destino trágico. Pero también está su madurez sin mácula, la conciencia de su medio siglo y un atisbo de desnudo.

Alcoriza no firma el guión. Lo hacen Fernando Galiana y Julio Porter a partir de una novela de Alphonse Daudet, que el propio Porter ya había adaptado en Argentina para Mecha Ortiz en Safo, historia de una pasión (Carlos Hugo Christensen, 1943). En esta nueva versión la acción se traslada al México contemporáneo. Diana (María Félix) ya no es una modelo de artistas, sino la amante de un hombre de negocios (Augusto Benedico), y su nueva pasión tampoco es un joven provinciano, sino Raúl (Julio Alemán), un cirujano de un hospital público que pasa bastante poco por el quirófano. Para completar el cuadro semanalmente visita en la cárcel a Mauricio (Julio Aldama), un hombre que ha terminado en prisión por darle cuanto capricho se le antojara. El descubrimiento por parte de Raúl de la sesiones de vis a vis con el presidiario son la gota que colma el vaso por ambas partes.

Aparte de acentuar el conflicto de clase y exacerbar los aspectos que tienen que ver con el machismo a la mexicana, Alcoriza decora la casa de Diana con dibujos de José Guadalupe Posada y sitúa una de sus primeras escenas románticas entre las momias de Guanajuato, introduciendo personalísmas notas de humor macabro en un relato que María Félix fagocita. “Lo único que tengo auténticamente mío son los dos metros cuadrados de mi cama”, dice en algún momento su personaje. Toda una declaración de principios.