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El batallón de las sombras (Manuel Mur Oti, 1956)
Un paseante nocturno explica a los espectadores la intención metafórica del título. La mitad de la humanidad de sexo femenino sería "el batallón de las sombras", que lucha sordamente sin que nunca se le reconozcan los éxitos o fracasos que se le reconocen a la otra mitad. La portera de la casa, al verlo hablando solo, lo da por loco. Al narrador le importa poco, una vez expuesta la intención feminista del relato desde un punto de vista jocosamente masculino nos conduce al interior de "una casa como otra cualquiera”, el 47 duplicado de una calle humilde del barrio de la Arganzuela.
Mur Oti parece plantearse un reto cuando afronta la realización de El batallón de las sombras. Para empezar, abandona los espacios abiertos –rurales o urbanos- que han caracterizado su filmografía anterior y se encierra en un edificio de vecinos sin salir apenas al exterior. Además, opta por ceñirse al molde de la tragicomedia costumbrista, por mucho que las situaciones melodramáticas constituyan los momentos álgidos de la película, y muestra el mecanismo de la trama al hacer coincidir el final con el de Braulio (Antonio Vico), un actor de tercera al que nunca aplaudieron en escena y que por fin ha conseguido concitar a su alrededor a un público –los vecinos- que sabrá apreciar su arte.
Sin embargo, ni las largas tiradas teatrales ni los diálogos costumbristas ni la alternancia de situaciones cómicas y dramáticas, terminan de funcionar a satisfacción. Las redenciones de Lola (Emma Penella), la chica de alterne, o Pepe (José Suárez), el soñador al que mantiene su mujer (Amparo Rivelles), violentan la línea dramática sin aportar otra cosa que impostados finales felices a alguna de las subtramas. El de la comadrona que odia a los niños (Amelia de la Torre), personaje de una pieza pero interpretado con convicción, queda abocado a un moralismo igualmente acomodaticio que parece orquestado para halagar los más bajos instintos de los censores. En resumen, la supuesta reinvindicación de los personajes femeninos termina siendo mucho más roma que en cualquier otra película del director.