Kilómetro 111 (1938)

Por Dqvlapeli Blog - De qué va ... - 10/04/2016

Kilómetro 111 (Mario Soffici, 1938)

Kilómetro 111 es una comedia costumbrista sobre un tema de interés social, como los que suelen preocupar a Soffici. El tema de fondo es la propiedad privada -y para colmo, británica- de las líneas férreas, que impide a los agricultores obtener un precio justo por sus cosechas. Atenazados por los usureros que tienen la exclusiva del transporte y dejados de lado por los bancos, que se niegan a concederles un crédito, los colonos deciden quemar su cosecha. Es entonces cuando don Ceferino (Pepe Arias), el jefe de la estación local y hombre bueno a carta cabal, decide fiarles los fletes bajo su propia responsabilidad. Cuando la operación se descubre don Ceferino es despedido de su trabajo.

Mientras tanto, su sobrina Yolanda (Delia Garcés), cinematófila irredimible, ha marchado a la gran ciudad atraída por los cantos de sirena de la academia "Hollywood en Buenos Aires". Como en Cinematógrafo, la novela de Andrés Carranque de Ríos, la supuesta escuela de interpretación no es otra cosa que un sacacuartos para muchachas ingenuas e incautos soñadores. Pero liberado de sus obligaciones con el ferrocarril, don Ceferino podrá acudir a su rescate y evitar que los desaprensivos embaucadores le arrebaten algo más que su dinero. Al final, el transporte del grano se realizará por carretera y los colonos regalarán a don Ceferino una estación de servicio, símbolo del progreso nacional.

Pepe Arias presta su físico bonachón y su buen hacer como comediante dado al sentimentalismo a esta fábula un  sí es no es capriana, que pretende poner el dedo en la llaga sobre los problemas que conlleva el progreso social en las pequeñas comunidades rurales. Como en otras comedias del mismo periodo, el campo se presenta como Arcadia ideal donde los hombres resuelven sus problemas a base de buena voluntad o por la fuerza bruta, pero siempre por derecho, en tanto que la ciudad es un nido de corrupción donde tanto los miserables como los consejeros de las grandes compañías carecen de todo escrúpulo.