Cine Bizarro Colombiano

Sobre el perfil

El "cine bizarro" -o "cinema bis" o "cine psicotrónico"- es un concepto difuso y transversal que permite aglutinar películas e, incluso, filmografías completas, independientemente de su adscripción genérica o autoral. Andrés Buitrago nos invita a un recorrido por el cine popular en Colombia durante los últimos treinta y cinco años y propone algunas claves para su lectura en función de la toma de partido o inhibición ante la violencia e injusticia social que azotan el país desde hace décadas. Obviando algunos antecedentes en los años sesenta, el desembarco en el cine de Kapax, el Tarzán criollo, y el rodaje en Colombia de Holocausto caníbal (Ruggero Deodato, 1980), el recorrido arranca con la personalidad inspiradora de Andrés Caicedo y el mediometraje Agarrando pueblo (1978), propuesta insólita de Luis Ospina y Carlos Mayolo, un falso documental que dará pie a dos filmografías cuyos frutos más señeros se pueden encuadrar en el denominado "gótico tropical". Muy distinto es el perfil de dos figuras que cultivan el cine bizarro en el cambio de década 70/80: el comediante Carlos 'El Gordo' Benjumea, protagonista de comedias inefables y tremendamente populares -Colombia Connection (1979), El taxista millonario (1979) o El inmigrante latino (1980)- con la complicidad en la dirección de Gustavo Nieto Roa, que dieron lugar al nacimiento del la "fatxplotation"; y el Ed Wood colombiano, Jairo Pinilla, promotor de mil y una historias en las que la desbordante pasión por narrar no conoce límites económicos ni genéricos, hermanando ciencia-ficción y aventuras, karatekas y terror, amén de cuanto elemento del gusto del público se le pusiera a tiro. Desde finales de los años 90, Adolfo X ha ido nutriendo una obra poblada de tipos musculados y mujeres siliconadas. Él mismo declara que no se considera ni director, ni guionista, ni siquiera amante del cine: "Sólo es un negocio donde realizo películas tipo B aceptables para mercados de cable, TV pública y canales pequeños". La primera década del nuevo siglo ha visto como se ampliaban las propuestas estrictamente genéricas, desde los intentos de mimetizar el cine de terror oriental a las películas aparentemente bélicas que utilizan este mismo género para sugerir una metáfora de la realidad colombiana, pasando por divertimentos adolescentes sin presupuesto, como un cortometraje protagonizado por unos zombies en bicicleta. La diversidad genérica, la falta de prejuicios y la complicidad del público, hace prever un interesante futuro al cine bizarro colombiano.

Fuente: dequevalapeli