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La niña de luto (Manuel Summers, 1964)
Resulta paradójico que en su día la mayor parte de la crítica le reprochara a Summers que mostrara una España que "ya no existía". Se consideraba el luto como cosa del pasado remoto; algo tan ajeno a la realidad de los 25 Años de Paz y los Planes de Desarrollo como La casa de Bernarda Alba. Y sin embargo, a mi me parece que Summers da un paso de gigante desde la mucho más ternurista -y, por otro lado, excelente- Del rosa... al amarillo.
Desde el punto de vista del lenguaje, incorpora de una manera orgánica, sin apenas forzarlos, gags traídos directamente de los chistes que entonces dibujaba en el diario Pueblo. Son gags exentos, que interrumpen el desarrollo argumental para llamar la atención sobre sí mismos. Éste es uno de los inconvenientes para el espectador contemporáneo. No estamos en el mundo de Tati, en el que el argumento pasa a un segundo plano, ante la construcción de cada viñeta y el modo de encadenarlas, sino ante una película "con mensaje" trufada de incisos cómicos. De ellos, media docena resultan antológicos.
Las otras arritmias proceden de la inclusión de actores naturales y del amor de Summers por los tipos pintorescos; algo que llevaría al paroxismo en la serie To er mundo e.... De nuevo me resulta produndamente interesante el modo en que integra este metraje puramente documental en la ficción guionizada, de un modo completamente divergente al propugnado por el neorrealismo. Por último, esas escenas interminables de bailes con orquestina y programas de radio de canciones dedicadas... un retrato de la vida provinciana, de los que no se prodigan demasiado por no ser materia dramatizable. Resulta interesante compararla con La tía Tula, por ejemplo, película coetánea en la que se aborda un tema similar desde un enfoque dramático.
Es posible que todo ello sea una mera estrategia para alargar el guión de un mediometraje que debía constituir el cuerpo central de lo que luego fue el díptico constituido por Del rosa... al amarillo. A mí me sigue pareciendo una de las películas más certeras del Nuevo Cine Español y la confirmación de Summers como un director personalísimo. Si a eso le sumamos la estupenda interpretación de María José Alfonso y la oportunidad de ver a Landa en un registro "prelandista", la jugada resulta redonda.