Un alto en el camino (1941)

Por Dqvlapeli Blog - De qué va ... - 10/04/2018

Un alto en el camino (Julián Torremocha, 1941)

Al parecer, Un alto en el camino fue la comedia de más éxito de Julián Sánchez-Prieto, conocido como El Pastor Poeta. Era obra en verso, de las que entonces se estilaban, pero el lenguaje popular de los campos de Castilla tomaba el lugar de las rimbombantes tiradas del drama tardorromántico. Si cuando se estrenó en 1928 la obra podía buscar aún la conexión con el público popular, en 1941, cuando Julián Torremocha emprende su adaptación cinematográfica los tiempos son muy otros.

Lola Flores interpreta su primer papel relevante en el cine. Pero, frente a las coplas aflamencadas del maestro Quiroga que solía cantar en los escenarios en la época en la que aún ayudaba a su padre en una cervecería de la madrileña calle de la Cruz, en la película su personaje –la cupletista Soledad Molina- se presenta con una inesperada “Castilla mía” –“Castilla, Castilla mía, / Castilla, madre de España, / noche y día tu recuerdo me acompaña. Y en mis horas de alegría / y en mis horas de dolor, es Castilla, labradora, la que va en mi corazón”- cuya música está compuesta por el maestro Tellería, autor del “Cara al sol”. Soledad canta la canción en un teatro de Talavera de la Reina, adonde el labrador Juan Francisco (Vicente Soler) ha ido a la feria de ganado. Allí se ha encontrado con Sebastián (Juan Cortés), un tratante enamorado de la artista. Ella termina teniendo un accidente de tráfico junto a la finca de Juan Francisco. Éste y su mujer (Mary Carrillo) acogen a la convaleciente, que aprovecha la ocasión para seducir a Juan Francisco. Sebastián se marcha a América, dispuesto a olvidar y Juan Francisco abandona a su familia en pos de la coqueta, a la que sólo le interesa su dinero.

Un alto en el camino no es la única película española de la primera posguerra que deja sentir la influencia  del argumento de Sunrise, de Murnau. Aventura (Jerónimo Mihura, 1942) desarrolla una trama muy similar. La oposición entre un campo feraz, regado con sudor, y la hipocresía metropolitana, convenían a la imagen que auspiciaba el Nuevo Estado. Por eso Juan Francisco se verá obligado a decidir entre una artista de variedades que conduce su propio coche y es experta en coctelería y una madre sufriente, sin otro oficio que cuidar de sus hijos y ser el “ama” de la finca.

La otra canción que interpreta Soledad en su gira por España es “Consuelo” y está mucho más de acuerdo con la copla andaluza que esperaríamos escuchar en una actuación de Lola Flores. Pero, por entonces, la Faraona aún no era tal, tenía sólo dieciocho años y su repertorio y su imagen –cuajados junto a Manolo Caracol en años posteriores- aún está en fase de desarrollo. Por tanto, en ella se concitan estas dos ideas de España a través de la música. Si la fascinación del acaudalado labrador nace de la admiración por una cancionista capaz de glosar la Castilla en que ha nacido como crisol de todas las Españas, su ruina vendrá por la copla andaluza no menos henchida de tópicos: “Los ojos de tu cara, / carabí, carabí, qué cara / los labios de tu boca, / ¿quién te los besará? / Las crenchas de tu pelo, / carabí, carabí, Consuelo. / ¡Qué rico pelo tienes! / Ay, ¿quién te lo peinará?”.