Juguetes rotos (1966)

Por Dqvlapeli Blog - De qué va ... - 08/11/2014

Juguetes rotos (Manuel Summers, 1966)

Summers indaga qué se ha hecho de los otrora héroes populares del fútbol, el boxeo, los toros o el espectáculo. Los púgiles Paulino Uzcudun, Luis Folledo y Ricardo Alís, el futbolista Guillermo Gorostiza y los toreros Pacorro y Nicanor Villalta reviven glorias pasadas. Otros ni siquiera han llegado a saborear las tan cacareadas mieles del éxito, como Oh, Gran Gilbert, que todas las noches interpreta un espectáculo musical en la Bodega Bohemia de Barcelona y, a los ochenta y tantos años, todavía sueña con triunfar en Madrid.

El guión depositado en la Biblioteca Nacional corresponde probablemente a un estadio intermedio de la producción, antes de que se tomaran varias decisiones definitivas, y es muy clarificador de las pretensiones iniciales de Medina y Summers. La película se debía articular en cuatro grandes bloques dedicados al fútbol, los toros, el boxeo y la belleza. De este último sólo queda el episodio de Oh, Gran Gilbert, que finalmente viene a funcionar como pórtico del montaje definitivo.

El guión comienza con la trascripción de las entrevistas con Gorostiza, con su locución para cubrir los lapsos e interpretar la encuesta. Hay también una descripción de la acción probablemente realizada en la moviola y que por su preocupación literaria atribuimos a Tico Medina: “el grupo en blanco y negro de las pescadoras en torno a un cajón donde juegan a las cartas es casi un daguerrotipo de Zubiaurre. Juegan de viva voz, alegremente, fuertemente, echando las cartas con sus triunfos al aire de la calle”.

Hablan de Uzcudun con Gorostiza. Le piden que cuente alguna anécdota. Gorostiza relata la siguiente, que evidentemente nunca llegaría a la pantalla: “en el Lido de Madrid estaba Miguel de Molina, estaba de alternador y le dedicó una foto Paulino a Miguel. Le decía: «Con todo mi cariño y amor, Paulino». En la vida me he reído más. Con toda la pinta de burro y de fuerte y lo que tiene... ¿no? Y que le dedique una fotografía a Miguel de Molina. Pues todavía no se me olvidará en la vida. Digo... ¿Y cuándo le matará?”. Para cubrir esta anécdota de la bella y la bestia, el guión propone utilizar fotos de Miguel de Molina y su versión de La bien pagá. La imagen actual de Gorostiza se contrapone a la de sus tiempos de galán cinematográfico en Campeones (Ramón Torrado, 1943), la producción de Cesáreo González con la que debuta en la dirección de largometrajes Ramón Torrado. “Cuando marché de los estudios Chamartín –recuerda “la bala roja”- pusieron la bandera a media asta en el bar”.

En el segundo bloque Tico Medina, periodista, debería aparecer en imagen para comentar “la fabricación de un ídolo taurino”. Ya están presentes en este tratamiento los maletillas, Nicanor Villalta y Marina Torres –estrella de las películas mudas de Florián Rey- junto al lecho de su marido, el torero Pacorro.

El cuarto bloque es el que aporta novedades y debía cerrar la película con un tono melancólico sobre el hermanamiento de la belleza y la muerte. Los diferentes episodios irían separados, a modo de cortinillas, por citas de Ramón. El segmento de Oh, Gran Gilbert culminaría con esta greguería: “las estrellas se apagan como las luces”. Se pasa entonces al entierro de “La Bella Otero” en Niza, en montaje paralelo con el testimonio de la carnicera a la que solía hacer la compra y de la portera que encontró el cadáver. No se ahorran detalles escabrosos ni escatología: “ya le he dicho. Ella volvía de pasear, se sentó sobre el bidé y se quedó muerta”. La cámara busca la tumba en el cementerio de Niza con la guía del guardia jefe, “impecablemente vestido, una especie de De Sica de las necrópolis”. Sobre fotos de Agustina Otero Iglesias, conocida como La Bella Otero cuando las cabezas coronadas de Europa la perdían por ella, las voces y el vals de aquellos tiempos. La cita de Ramón, mortal de necesidad: “nuestros gusanos nunca serán mariposas”.

Y los documentalistas siguen porque la vida tiene que seguir: un concurso de piropos, la elección de la Guapa de Chamberí en paralelo con la entrevista a una anciana que en otros tiempos también fue una reina de la belleza, fotografías de las starlettes de Cannes y de Marilyn Monroe muerta. Todavía en un último intento por recuperar la belleza perdida el guión prevé la convocatoria de un casting para encontrar a una actriz que pueda encarnar a La Bella Otero en la actualidad. La película debía terminar en el cementerio de Niza con la lápida de su tumba y una última greguería a modo de epitafio: “qué sábana más dura”.