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Tuvo la culpa Adán (1944) / La vida empieza a medianoche (1944)

Por Santiago Aguilar - De qué va ... - 13/04/2014

Tuvo la culpa Adán (Juan de Orduña, 1944)
La vida empieza a medianoche (Juan de Orduña, 1944)

Se da el caso curioso de que Cifesa y Orduña intentaron en 1944 la producción back to back -que dicen los sajones- de Tuvo la culpa Adán y La vida empieza a medianoche. Distinto reparto, salvo la presencia de José María Seoane en un pequeño papel de colaboración en Tuvo la culpa Adán, pero idéntico equipo técnico trabajando en los estudios Sevilla Films. Decorados comunes: sólo el del Hotel Astoria. En ambos casos se adaptan novelas románticas de la popularísima María Luisa Linares, experta en enredos sentimentales que no desdeñaban ni transatlánticos ni lujosos hoteles ni intrigas internacionales; nada, en fin, que pudiera servir de evasión a la gris realidad de la posguerra.
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Tuvo la culpa Adán presenta a la familia Olmedo, un grupo de varones talluditos que viven con su padre (Joaquín Roa) lejos de cualquier contacto femenino desde que Nazario (Juan Espantaleón) se quedara compuesto y sin novia ante el altar, cuando Sandalia (Guadalupe Muñoz Sampedro), doctora en medicina y mujer de carácter, decidió que no estaba dispuesta a encerrarse en aquel caserón con los hermanitos de su marido. Pero ahora, el benjamín, Adán (Juan Calvo) ha decidido casarse con Leonor (María Esperanza Navarro), muchacha modosita educada en un internado y que sólo conoce el mundo por las novelas románticas que ha leído a escondidas. Pero el destino pone en su camino a una aventurera procedente de Buenos Aires cuya maleta es idéntica a la suya. Al llegar a Madrid, Leonor toma la maleta equivocada y es atropellada por Gerardo (Rafael Durán), el sobrino de Sandalia, que acudía a toda prisa a la ceremonia de su boda con Marisa (Luchy Soto). Leonor pierde la memoria y se ve envuelta en una intriga de contrabando con la identidad de su compañera de tren. Las cosas se complicarán aún más cuando Sandalia se reencuentre con Nazario.

La trama de La vida empieza a medianoche resulta mucho más lineal y se pierde menos en incidentes secundarios, aunque de nuevo toma la confusión de identidad como motor del enredo. Silvia Heredia (Marta Santaolalla) ha encontrado colocación como secretaria de la popularísima escritora de novelas románticas María Linz (Julia Lajos). Pero en el piso que ocupa temporalmente se presenta Ricardo (Armando Calvo) que asegura ser su marido y le presenta a su hijo Guillermito (Luis Sanz) y al abuelo (José Isbert). Pronto se deshace el entuerto. Ricardo debe hacerse pasar por su hermano Guillermo ante el nonagenario abuelo que está de visita en la ciudad. Lo malo es que debe dirigir esa misma noche el estreno de la opereta que ha compuesto: “La vida empieza a medianoche”. Silvia también tiene lo suyo, porque debe acudir al Hotel Astoria donde se alojan tanto la caprichosa escritora como el abuelo. Mientras intenta solucionar las complicaciones que le van surgiendo al paso, del dormitorio de Marñia Linz desaparece un valioso maletín y ella es acusada del robo.

Orduña aprieta el acelerador y busca el humor sofisticado a toda costa. Éste suele brillar en las escenas en que desarrolla intrigas secundarias por la presencia en el reparto de lo más granado de los cómicos españoles. En La vida empieza a medianoche, más deudora del cine de teléfonos blancos italiano y de la comedia a la húngara, son las que corresponden a José Isbert y Julia Lajos. En la centralidad de los personajes femeninos, la película prefigura el ciclo histórico de Orduña. La vida empieza a medianoche se abre con una declaración de principios cuando Silvia y la amiga que le deja el piso declaran de forma tan explícita como contundente su independencia de los hombres. Todas las mujeres son aquí profesionales –secretarias, diseñadoras, escritoras, actrices…- que se ganan la vida por sus propios medios y no rinden vasallaje al varón… hasta el final moralizante.

En Tuvo la culpa Adán, con un desarrollo tirando a esquizofrénico, las escenas más pujantes son las protagonizadas por Juan Espantaleón y Guadalupe Muñoz Sampedro y las de los hermanos misóginos. Aquí la referencia es, indudablemente, la comedia screwbal, con más de una alusión a Bringing Up Baby (La fiera de mi niña, Howard Hawks, 1938).

Guerra de sexos, por tanto, que no deja de tener una lectura en clave del pasado reciente. La amnesia de Leonor en Tuvo la culpa Adán, imprescindible para enfrentarse al nuevo mundo que se abre ante ella al abandonar la tutela de las monjas, no es menos sintomática de la impronta de la Guerra Civil, que el padre desaparecido del supuesto galán (José María Seoane) de María Linz, empeñado en desentrañar la impostura de la escritora que ha conocido el éxito a costa de enterrar todo rastro del verdadero autor de sus novelas.

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