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Los jueves, milagro (1957)

Por Felipe Cabrerizo - De qué va ... - 05/08/2010

El tratamiento original deLos jueves, milagro es obra de Berlanga y José Luis Colina, pero el director ha contado en diversas ocasiones los avatares con la censura y la intervención bienintencionada del dominico padre Antonio Garau le deciden a solicitar la inclusión del nombre de éste en los títulos de crédito como co-autor del guión. No es sólo esto; durante la primavera y el verano de 1957 Jordi Grau rueda algunos planos y escenas nuevas y se negocian con la administración los cortes y el doblaje. La versión italiana, Arrivederci, Dimas, se estrena en agosto de 1957 sin mayores problemas, pero la española habrá de aguardar al 2 de febrero de 1959.

Entretanto, la película ha pasado por el festival de Bruselas y ha recibido una mención especial en el Festival de Cine Religioso de Valladolid. En estos dimes y diretes la edición novelada, con portada de Chumy Chúmez, anuncia en su solapa que esta versión “ayudará enormemente a penetrar en todo el sentido de la misma al darnos una visión más completa y seguida de lo que la película, a veces, sólo deja entrever”. Estas alusiones veladas a los problemas censoriales quedan desmentidas por el propio texto, que es una reproducción bastante fiel de la película terminada. En su estructura, desde luego. Las escenas de largo desarrollo corresponden a capítulos completos, en tanto que las de montaje se presentan en unos párrafos separados por asteriscos en el interior de un capítulo. El narrador omnisciente no describe a los personajes, que se definen por lo que hacen y no por su retrato literario. Sorprende, si acaso, la asociación continuada del calificativo viejo al personaje de Mauro, el tonto al que da vida en la pantalla Manuel Alexandre en una de sus más felices interpretaciones.

En lo argumental la novela tampoco rescata del tratamiento inicial la idea de que el extraño fuera simplemente un prestidigitador que se aprovecha de unos y otros. Ya en la sinopsis presentada a Censura hay un giro final en que el mixtificador “podría ser” San Dimas. “En realidad –explica Alberich- se trata de una treta de guionista, una pirueta final para sorpresa de todos, personajes y espectadores que, tras creer todo el tiempo que se encontraban ante el timador que propone la primera sinopsis, se encuentran de pronto ante una broma celestial”.

En una espiral delirante provocada por las sucesivas correcciones, sugerencias y presiones, el timador resulta ser el verdadero San Dimas desde su primera aparición: se realizan nuevas tomas de las curaciones meses después de finalizado el rodaje y se rueda una escena en la que se enmarca la acción para demostrar que todo ha sido un sueño. Esta escena es uno de los cambios propuestos por la Dirección General en octubre de 1957, una vez finalizado el rodaje: “todo el contenido de la película debe ser fruto de la fantasía desbordada, durante una siesta veraniega, del dueño del balneario, quien al despertar y referir el sueño a sus amigos, reprueba aquella farsa cómico-burlesca”. Una vez rodada y montada dicha secuencia la productora argumenta que crea aún más confusión y queda definitivamente descartada, centrándose entonces las discusiones de Berlanga con su censor de cabecera en la alteración de los diálogos durante el nuevo doblaje. Y aquí sí, la novelización aporta algunas novedades. Cuando don José (José Isbert) se aparece por primera vez a Mauro, el largo discurso escrito por el maestro (Paolo Stoppa) contiene un párrafo censurado:
—Deberéis practicar mi culto y rezar por la conversión de Rusia y países satélites. ¡Oh!... En verdad os digo que mi corazón se hinchará de gozo si aquí mismo, precisamente en estos terrenos, la fe del pueblo español, siempre a la vanguardia de la cristiandad, hace erigir un santuario que será puesto bajo mi advocación.

Durante la segunda aparición, la llegada del mercancías sorprende a todo el pueblo allí congregado. El convoy arrolla el gramófono y el barbero despotrica contra la RENFE: “no hay modo de que los trenes pasen a su hora, está visto. ¡Qué país éste! Así va todo”.

Mucho se ha hablado de la intervención eclesiástica en una producción tutelada al Opus Dei pero, por lo que se puede comprobar, la administración civil tampoco era manca.

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